La difusión científica es una actividad muy poco practicada y una sentida carencia a nivel local, es difícil encontrar las palabras exactas para brindarle al lector el mensaje que queremos transmitir. En diciembre del año 2019, una provincia alejada en China fue el epicentro de la difusión científica de numerosos reportes de casos de una enfermedad nueva, los primeros en lenguaje local, pronto fueron traducidos a inglés y compartidos sin costo a todo el mundo; de esta manera en tiempo real podíamos seguir los avances y gozar del conocimiento generado a miles de kilómetros de distancia, de forma gratuita, tan solo a unos segundos de distancia en nuestro celular; la libertad de difusión del conocimiento permitió al mundo contar en un tiempo récord con vacunas para inmunización masivas y con suficiente evidencia para permitir a los clínicos discernir entre que medicamentos usar y cuales evitar por completo. Ese generoso gesto, éticamente justo con los que menos aportamos; nos pone ahora en la obligación de la reciprocidad, el deber de compartir con el mundo nuestro conocimiento generado, nuestras discusiones y ser a la vez amplios para escuchar al que tiene algo que decir desde el impacto local de nuestra revista, utilizando por supuesto el lenguaje apropiado… el lenguaje científico. Esa es la moraleja que nos deja el Covid19, tras 2 años de historia. 
Conflicto de intereses: El autor es miembro del comité editorial de la revista RCMQ.